El trastorno bipolar, o depresión maníaca, se caracteriza por estados de ánimo cambiantes entre dos polos opuestos, alternándose períodos maníacos (excesiva euforia) y depresivos. Según los síntomas, la enfermedad se clasifica como bipolar I, bipolar II y trastorno ciclotímico. El otro principal trastorno del ánimo, el trastorno unipolar, incluye la depresión mayor y la distimia (depresión crónica). Las personas con estas enfermedades pueden experimentar una serie de estados de ánimo, pero no experimentan una elevación patológica del mismo. De hecho, la enfermedad se define como bipolar sólo con un episodio de elevación del estado de ánimo (Ver el capítulo sobre Depresión).

Las personas con trastorno bipolar I experimentan episodios depresivos y maníacos o tan sólo maníacos (aunque no es muy común). En general, los episodios de depresión tienden a durar más tiempo (de seis a 12 meses si no se tratan) que los de manía (entre tres y seis si no se tratan). Los pacientes con trastorno bipolar II sufren principalmente episodios de depresión con brotes ocasionales de hipomanía (síntomas maníacos leves), pero no llegan a sufrir episodios maníacos marcados. En el trastorno ciclotímico se alternan períodos hipomaníacos y depresivos. El trastorno ciclotímico no es tan severo como los anteriores, pero la patología es más persistente. Dura como mínimo dos años y los períodos asintomáticos no duran más de dos meses. El trastorno ciclotímico puede ser precursor de trastornos bipolares en algunos pacientes, o mantenerse como una patología crónica leve. En la mayoría de los casos de trastorno bipolar, las fases depresivas prevalecen ante las maníacas, y los episodios no son regulares o predecibles.
Muchos pacientes, de hecho, experimentan estados de manía y depresión a la vez, lo que se conoce como manía mixta o estado mixto.
El modelo habitual de trastorno bipolar es en el que la intensidad y la duración de los síntomas aumentan en una lenta progresión durante muchos años. No obstante, los pacientes con este trastorno, pueden presentar los síntomas, de maneras muy diferentes. El trastorno bipolar puede ser severo y de larga duración o suave con episodios poco frecuentes. El promedio de episodios maníacos o depresivos de un paciente con trastorno bipolar es de 8 a 10 a lo largo de su vida, pero algunas personas presentan síntomas más severos. Un 15% de los pacientes tienen una fase temporal complicada de curso bipolar llamada ciclado rápido, en la cual los episodios de manía y depresión se alternan al menos cuatro veces en un año y, en casos graves, pueden incluso progresar a varios ciclos al día. (Algunos expertos sugieren que el ciclado rápido puede ocurrir primero en los pacientes bipolares que están en tratamiento antidepresivo, en los que se desencadena un cambio hacia la manía y se establece un patrón cíclico).
Fase de depresión
Los síntomas de depresión experimentados en el trastorno bipolar son casi idénticos a los de la depresión mayor. Incluyen los siguientes: tristeza; fatiga o pérdida de energía; insomnio, exceso de sueño, o sueño superficial con despertares frecuentes; ganancia o pérdida de peso; disminución de la capacidad para concentrarse o tomar decisiones; agitación o comportamiento marcadamente sedentario; sentimientos de culpa, pesimismo, baja autoayuda y autoestima; pérdida de interés o placer por la vida; y pensamientos de, o intentos de suicido. Los episodios de depresión asociados con el trastorno bipolar, sin embargo, tienen menos posibilidades de tener un desencadenante específico, no duran tanto tiempo (aunque sin tratamiento pueden durar entre 6 y 12 meses), y se desarrollan de forma más gradual que los causados por una depresión mayor. Los síntomas depresivos en los pacientes bipolares también tienden a ser atípicos, por ejemplo, uno aprecia un aumento del sueño o el apetito, un sentimiento de pesadez del cuerpo, una tendencia a sentirse rechazado, y una preservación del humor volátil. Un interesante estudio concluyó que muchos pacientes bipolares experimentaban sueños acerca de la muerte en el punto más bajo de su depresión, y estos sueños eran enseguida seguidos de un cambio hacia arriba del estado de ánimo.
Fase maníaca
La fase maníaca del trastorno bipolar se caracteriza por una elevación del estado de ánimo que puede expresarse como euforia o irritabilidad, junto con los síntomas específicos de la manía, la falta de sueño, la verborrea, el flujo rápido de pensamientos, y la intensa actividad dirigida hacia un fin (como irse de juerga). Puede tomar la forma de una manía pura o una hipomanía; las diferencias son en cuanto a la gravedad y la duración de los síntomas. En la manía, existen efectos negativos significativos (como imprudencias sexuales, impulso excesivo de comprar, viajes repentinos) sobre la vida social, el trabajo o ambos. La manía pura no tratada puede durar entre tres y seis meses. Con la hipomanía, los mismos síntomas aparecen en formas más leves, y son de duración más corta, por lo que no afectan a la vida social o laboral de forma tan dramática, y no se suele requerir la hospitalización.
Un episodio maníaco suele aparecer de modo repentino, y con frecuencia (no siempre) sigue a un periodo de depresión profunda. La irritabilidad es con mayor frecuencia el primer cambio apreciable al inicio. Entonces, típicamente, la persona experimenta un cambio de estado de ánimo “acelerado” y extraño. Los síntomas de un episodio de manía pueden incluir un discurso rápido, pensamientos desconectados, ideas de grandiosidad, alucinaciones (voces o visiones), y una extrema irritabilidad. Cerca del 60% de los pacientes con manía experimentan sentimientos de omnipotencia, creyéndose en ocasiones dioses o personas celebres. Algunos experimentan una intensa energía sexual, o un marcado aumento de fuerza. El paciente suele necesitar dormir poco; algunas evidencias, de hecho, sugieren que un episodio maníaco puede estar relacionado con una respuesta anormal a la disrupción en el ciclo de sueño-vigilia, que puede tener lugar a causa del estrés. (Un estudio a corto plazo sugirió que las situaciones estresantes, incluso las más tristes, representan incluso una mayor probabilidad de desencadenar una manía que una depresión.
Criterios de manía
Para la ayuda del diagnóstico de la fase maníaca, algunos profesionales de la salud mental utilizan el acrónimo DIGFAVI (Distracción, Insomnio, Grandiosidad, Fuga de Ideas, Actividad, Verborrea, Inconsciencia). Un paciente debe haber experimentado euforia con tres síntomas DIGFAVI o irritabilidad con cuatro de ellos. Para la manía, el paciente debe haber tenido un comportamiento que le haya causado problemas significativos sociales o laborales, y los síntomas deben haber durado al menos una semana, o haber causado una hospitalización. (Si los síntomas duraron menos de una seman pero al menos cuatro días, y no eran lo bastante graves como para causar problemas sociales significativos, la enfermedad se diagnostica como hipomanía.)
D.-Distracción. El síntoma más frecuente. Fácilmente distraible cuando se confronta con estímulos poco importantes o irrelevantes, e incapacidad para concentrarse en tareas durante un largo periodo de tiempo.
I.-Insomnio. Un estado de ninguna necesidad de sueño y de sentimientos de energía (más que desear el sueño y ser incapaz de conciliarlo, es un sentimiento de depresión acerca de la idea de sueño).
G.-Grandiosidad. En una forma leve, aumento de autoconfianza desproporcionada a la capacidad de la persona; en casos extremos, ideas delirantes acerca de uno mismo, incluyendo las ideas heroicas o de endiosamiento.
F.- Fuga o volatilidad de las ideas, o pensamientos rápidos.
A.- Actividad. Aumento de la intensidad de las actividades dirigidas a un fin relacionado con el comportamiento social, la actividad sexual, el trabajo, el colegio o combinaciones de varios.
V.- Verborrea. Hablar demasiado.
I.- Inconsciencia. Exceso de implicación en actividades de alto riesgo (por ejemplo, comprar sin control, promiscuidad). Alteración del ánimo lo bastante grave como para dañar la propia situación laboral o el funcionamiento social o las relaciones con los demás, o que requieren hospitalización para prevenir el daño infringido a los demás o a uno mismo.