La ingesta de calorías para los adultos mayores debería fluctuar, en términos generales, entre 1.600 y 2.000 cada día.
A esto se suma un alto consumo de alimentos proteicos, también fortificados (principalmente, con vitamina B12, D y ácido fólico), de hidratos de carbono con bajo índice glicémico y con buena capacidad antioxidante, sobre todo manzanas con cáscara y frutos rojos como frambuesas, cerezas y fresas.

Entre los carbohidratos con alto índice glicémico se encuentran el pan y la papa, incluso por encima del azúcar, el arroz, la pasta y las leguminosas.
Se contempla el consumo de tres lácteos al día (nunca enteros, sino semidescremados o descremados), dos platos de verduras y tres de frutas (de distintos colores cada día) y legumbres tres veces a la semana (en remplazo de la carne).
Así mismo, comer pescado mínimo dos veces por semana (cocido, al horno o a la plancha), preferir los alimentos con menor contenido de grasas saturadas y colesterol, al igual que reducir el consumo habitual de sal y azúcar (los alimentos preparados ya contienen bastante).
Se recomienda el consumo de 6 a 8 vasos de agua al día, pues se ha asociado una menor percepción de sensación de sed al proceso de envejecimiento.
Esto determina un riesgo alto de deshidratación, especialmente cuando hay pérdidas excesivas de líquido por sudoración, vómitos, diarreas, quemaduras y uso de diuréticos, entre otras circunstancias.
Todo debe complementarse con ejercicio regular y controlado, pues este influye en el mantenimiento de la masa ósea y el tejido muscular.