Cancerígeno, malo para el corazón e indigesto para el estómago, el café tiene en materia de salud una negra reputación que no corresponde a la realidad ni reconoce sus efectos protectores contra enfermedades graves, afirman científicos.

Incluso consumido en cantidades relativamente importantes (seis tazas por día), el “cafecito” no produce trastornos cardíacos ni digestivos en la persona sana. Por el contrario, reduce la posibilidad de contraer enfermedades como el mal de Parkinson o la diabetes, según las comunicaciones de la 26 asamblea de la Asociación Científica Internacional del Café (ASIC), realizada en Montpellier (sur de Francia).
El malentendido se debe a que las investigaciones médicas sobre el café se limitaron durante más de dos siglos exclusivamente a los efectos de la cafeína.
“La investigación fue durante mucho tiempo demasiado reductora, centrándose sólo en la cafeína, cuando el café es una bebida sumamente compleja”, señala Astrid Nehlig, del Instituto francés de Investigaciones médicas (Inserm) y gran especialista de la interacción café-salud.
El café contiene también ácidos clorogénicos y melánicos, que aprisionan los radicales libres y son poderosos antioxidantes. En él hay asimismo minerales útiles, como el potasio y el magnesio.
El café reduce de 60% a 80% los riesgos de cirrosis, según Carlo La Vecchia, del Instituto de Investigaciones Farmacológicas Mario Negri de Milán.
Bertil Fredholm (Karolinska Institute de Estocolmo) da cuenta de “pruebas epidemiológicas sólidas” de que el consumo de café puede prevenir la aparición del mal de Parkinson en el hombre. En lo que respecta a la mujer menopáusica, el interés sólo es evidente en las pacientes que no reciben un tratamiento hormonal sustitutivo, relativiza empero el científico.
Especialista de diabetes de la Universidad de Helsinski, Jaakko Tuomilehto considera que el riesgo de diabetes de tipo 2 (ligada a malos hábitos en la alimentación y falta de ejercicio físico) puede ser reducida en un 50 por ciento mediante el consumo diario de cinco o seis tazas de café.
Siegfried Knasmüller, de la Universidad Médica de Viena, sostiene que el café es más eficaz que las frutas y hortalizas en la prevención de la oxidación del ADN, origen de varias enfermedades graves, entre ellas cánceres.
No obstante, el café contiene paralelamente substancias potencialmente cancerígenas. El especialista norteamericano de toxicología James Coughlin censó unas treinta de ellas. Pero ninguna investigación científica ha podido establecer que exista una relación entre el consumo de café y la aparición de cáncer.
Es por ello que es grande el interés en realizar investigaciones que conciernan el café como un todo, en vez de limitarse a los efectos separados de sus componentes, que pueden anularse mutuamente.
Hoy, los estudios epidemiológicos miden el consumo de café de las poblaciones investigadas, pero son incapaces de determinar en qué forma (expreso, aguado, con azúcar, con leche…) y algunos ignoran incluso si se trata de café descafeínado. No se hace tampoco la diferencia entre las variedades (robusta, arábica…) cuando el contenido de cafeína y antioxidantes es muy distinto entre ellas.
El análisis de estas investigaciones es complejo, dado que el consumo de grandes cantidades de café va a menudo paralelo al de alcohol y tabaco.
El epidemiólogo Cuno Uiterwaal (Centro Médico Universitario de Utrecht), que ha estudiado los riesgos de accidente cardíaco entre los consumidores de café, estima que los conocimientos actuales permiten tranquilizar a los grandes consumidores. No obstante, el especialista evita indicar una dosis recomendada. “Es muy difícil deducir consejos médicos de los resultados sacados de la información”, dice. El Economista