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Los habitantes de la Ciudad de México no sólo se tienen que preocupar de los problemas respiratorios y pulmonares provocados por los altos niveles de contaminación; ahora, deben saber que su capacidad olfativa está disminuyendo.
Y es que, de acuerdo con un estudio realizado por la doctora Robyn Hudson y el estudiante Marco Guarneros, del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la contaminación en la ciudad más grande del mundo está provocando una disminución en la capacidad olfativa de las personas.
Hudson explicó a BBC Mundo que en la investigación se comparó la capacidad olfativa de una muestra de personas de la Ciudad de México y de Tlaxcala, una localidad cercana y con las mismas características ambientales y de altitud.
Los resultados fueron reveladores.
Los 20 millones de capitalinos tienen una menor capacidad para distinguir e identificar olores como la naranja, el café o la leche por los altos niveles de contaminación.
Mario Molina, Premio Nobel de Química 1995, considera que la contaminación del aire en la Ciudad de México “es un problema de salud pública que hay que tomar en serio”.
Los efectos más notorios son mortalidad temprana, particularmente en personas con problemas cardiovasculares; problemas respiratorios, asma crónico y mayor ansiedad.
Sin embargo, a Mario Molina le preocupa un último estudio que reveló que los niños de la Ciudad de México no desarrollan por completo su capacidad pulmonar.
“Tenemos niveles de ozono por arriba de la norma dos terceras partes del año, unos 244 días”, comenta Molina.
Menos olores
Se podría pensar que el olfato tiene poca importancia, pero la doctora Robyn Hudson explica que un trabajo fundamental de este sentido es detectar si los alimentos están echados a perder o no.
Y ahí, los capitalinos no pasaron la prueba.
En la investigación, se utilizó dimetil disulfuro, una sustancia que está asociada a la putrefacción de alimentos.
En esa prueba, los capitalinos necesitaron concentraciones nueve veces mayores que los habitantes de Tlaxcala para detectarlo.
En el aparato olfativo hay células receptoras y de soporte, y con la contaminación las receptoras disminuyen y las de soporte aumentan, lo cual provoca que las personas requieran de olores más concentrados para detectarlos.
El siguiente paso de la investigación de Robyn Hudson y Marco Guarneros será buscar evidencia anatómica de los daños a las células olfativas, ver si son reversibles y hasta qué nivel.
La doctora Hudson espera que en dos o tres meses se tengan listos los resultados de este nuevo estudio. BBC
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