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Este ensayo tiene su origen en la relectura de La noche de Tlatelolco, el libro de Elena Poniatowska. A partir de ahí, Luis González de Alba se ve obligado a corregir muchas de las imprecisiones que ostenta el libro. Lo que se desprende de esta tarea es un reclamo escueto y polémico: hace falta “una reedición, minuciosamente corregida e históricamente apegada a los hechos, de La noche de Tlatelolco”.
Vergüenza súbita
Me llegó La presidencia imperial, de Enrique Krauze, y tras de quedar atrapado por el capítulo que describe a Manuel Avila Camacho, y que leí de un tirón, gozando una prosa rica y una reconstrucción aguda, salté al capítulo sobre Gustavo Díaz Ordaz, que me interesaba de manera personal. Allí encontré una larga cita mía que creí tomada de mi relato sobre el Movimiento Estudiantil del 68, Los días y los años. Es una descripción de la manifestación silenciosa. Krauze la presenta con un gran elogio que agradezco: “Luis González de Alba lo describiría en un párrafo memorable”, y viene en La presidencia imperial la cita donde se lee lo siguiente: “Y de aquellas decenas y después cientos de miles sólo se oían los pasos… Pasos, pasos sobre el asfalto, pasos, el ruido de muchos pies que marchan, el ruido de miles de pies que avanzan. El silencio era más impresionante que la multitud. Parecía que íbamos pisoteando toda la verborrea de los políticos, todos sus discursos, siempre los mismos, toda la demagogia, la retórica, el montonal de palabras que los hechos jamás respaldan, el chorro de mentiras”. Enrojecí de vergüenza. ¿Así escribía yo? Sólo me faltó decir “el titipuchal”, el “buti”. Y luego eso de los pasos, pasos, pasos. Volví a enrojecer. Por suerte dudé. Busqué la cita en el libro de Krauze y descubrí que no hacía referencia a mi propio relato, Los días y los años, sino al de Elena Poniatowska, La noche de Tlatelolco. Una vez localizado el párrafo original en mi libro, de donde Elena lo pasó al suyo y luego lo tomaron los ayudantes de Krauze, vi con alivio que no dije nunca “pasos, pasos, pasos, el montonal, el chorro de mentiras”. Estoy traducido al poniatosko. Mi escritura es mucho más seca. También es menos simpática.