Correr es mucho más que un deporte, mucho más que una actividad física, correr es un vicio. Los que, como yo, salen todos los días a correr con independencia de la hora y el clima; en parte por disciplina, en parte por salud y parte porque es uno de los mejores momentos del día, sabrán a lo que me refiero.
Además de los incontables beneficios que no son tema para este post, correr tiene una ventaja adicional: salir a correr no depende de nada más que la voluntad de hacerlo. Unos buenos tenis y ánimo de salir a perder el aliento y estás hecho. A diferencia de otros deportes donde requieres de “props” que no siempre están a disposición, uno puede correr en casi cualquier lugar, el tiempo y la distancia que le apetezca.

Por estas razones, creo que quienes gustamos tanto de salir a correr como de viajar hemos encontrado que es una relación perfecta. Salir a correr mientras viajas, o viajar para correr – quienes planean su agenda de viajes alrededor de maratones, carreras y eventos similares sabrán a lo que me refiero- es una manera diferente e interesante de conocer un lugar.
En primer lugar, elegir la ruta siempre es divertido. Aunque creo que todos los corredores entenderán mi manía de elegir hospedaje cerca de los lugares donde “se corre” en las ciudades, e incluso tener una especie de checklist personal de parques y rutas famosas para palomear, cuando esto no es posible correr a través de las ciudades, con todos los problemas que implica, tiene su encanto. Avenidas principales con banquetas amplias, correr al lado de los ríos (donde generalmente hace un frío terrible que te obliga a llevar un gran paso) o, en lugares donde la logística es más complicada y no muchas personas corren, innovar e inventar una ruta especial, medir los kilómetros, calcular los obstáculos y llegar a lugares que probablemente nunca hubiéramos conocido de otra manera, es una parte especial del viaje.
Además, salir a correr también te permite conocer otra cara de las ciudades, ver su despertar, los comercios cerrados, los primeros movimientos cuando las calles todavía no están llenas de personas, es un gran momento para observar con cuidado el lugar donde nos encontramos, para descubrir su paso natural y también para identificar lugares que normalmente nos pasarían desapercibidos y que vale la pena regresar a conocer.
Aparte, creo que correr en un lugar, no importa si vas de paso o a quedarte una temporada, te da de manera inmediata una cierta familiaridad con los lugares. Con frecuencia cuando uno está de viaje centra sus actividades en conocer los lugares más relevantes de donde se encuentra; los museos, monumentos, restaurantes icónicos, etc, que en la mayoría de los casos están plagados de viajeros como tú y que paradójicamente, se encuentran muy alejados del verdadero ritmo de una ciudad (un caso clásico es la Roma “de los turistas” y el Trastévere, cruzando el Arno). Sin embargo cuando uno sale a correr puede ser partícipe de escenas cotidianas de la ciudad, ser parte del devenir diario de un parque o de cualquier lugar donde se reúnen cotidianamente a correr los “locales” te da la oportunidad única de ser parte de un evento que sucede todos los días. El código no escrito de los corredores de asentir, sonreír o dar los buenos días a sus compañeros de pista no conoce nacionalidad, horario o temporalidad, todos son bienvenidos porque todos comparten un mismo interés.
Por último, correr mientras viajas tiene un beneficio adicional para todos los que gustamos de comer bien: poder probar lo que se nos antoje con un poquito menos de remordimiento.
Así que la próxima vez que salgan, empaquen sus tenis, hagan una linda playlist y dénse la oportunidad de conocer el lugar en el que están mientras corren. No se van a arrepentir. Menikmati
Pauletta Sofia
@pauletta_sofia